Por: Jaime Cheng Peñalba
Tuvieron que pasar varios días luego de la aprobación del contrato minero entreguista por parte de la Asamblea de Diputados para que los integrantes de este órgano del Estado empezaran a salir de su escondite para decir que “se equivocaron”. Más parecían capítulos de una telenovela turca en el que diputados con la cara compungida prácticamente pedían “perdón” por haber dado su voto a favor de la aprobación del contrato minero.
Nos viene a la mente el arrepentimiento de Judas luego de haber vendido a Jesús por unas monedas y que luego su sentimiento de traición y vergüenza lo llevó al suicidio. A diferencia de este pasaje del nuevo testamento los diputados que dieron el “Sí” al contrato entreguista no han presentado su renuncia por “algo de honor” si todavía les queda.
La decisión de los diputados de “pedir disculpas” y reconocer “su error” no obedece a ningún sentimiento verdadero de haber cometido un error, sino al temor de ver el aumento del descontento de la población panameña. Jamás calcularon que hubiese una repulsa generalizada en todos los rincones del país contra la actuación de la Asamblea de Diputados y el Ejecutivo de aprobar como si “fueran ladrones en la oscuridad” un contrato totalmente lesivo a la soberanía panameña.
El gran fallo que ha tenido la democracia política en Panamá es que los funcionarios que son escogidos por el voto popular se consideran con derecho a hacer lo que les “da la gana” una vez son elegidos. No legislan en beneficio de la población que los escogió, sino que van a los cargos para hacer todo tipo de negocios turbios.
El Tribunal Electoral por su parte ha hecho su papel de fortalecer no solo la “partidocracia” sino también legitimar acciones que atentan contra la verdadera participación de los ciudadanos. El subsidio a los partidos políticos debe ser eliminado más temprano que tarde.
El temor de muchos de estos diputados quizá estriba en el futuro “voto castigo” que tendrán por parte de la sociedad ante sus acciones de espaldas al pueblo, pero también está el escarnio público que hacen los manifestantes frente a las residencias de muchos de ellos.
En la antiguo Grecia, cuando un funcionario escogido por el voto no cumplía los objetivos por el cual era nombrado, sencillamente era destituido en una Asamblea Popular. Esto debiera ser implementado aquí también puesto que son múltiples los casos de corrupción y soborno de las que son objeto los diputados.
La imagen de los diputados pidiendo “disculpas” es patética. Pero su actuación inmoral por décadas sembró la semilla del hastío generalizado que hoy estamos viviendo. “El que siembra tormentas cosecha tempestades”. Las protestas de la población panameña son la explosión legítima de una sociedad cansada de los vejámenes, las burlas, actos de corrupción y atropellos vividos por muchos años. En lugar de avanzar hemos ido en retroceso hacia los albores de la república en los que se compraban votos por una “pacha” de licor” y se robaban urnas sin ningún bochorno.
La protesta contra la “Minería Nociva” también es la voz que se alza contra los gobernantes incapaces, corruptos, manipuladores y mediocres que hemos tenido a lo largo de todos estos años. Se prendió el rancho y ahora el “desgobierno” de Laurentino Cortizo junto a todos los partidos tradicionales de la oligarquía no saben como apagarlo pues se les agotan las opciones y el pueblo sigue en las calles.
JAIME CHENG PEÑALBA
SOCIOLOGO Y DOCENTE PANAMEÑO
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